El jugador en una partida de rol es un elemento
indispensable y capital de la partida. El jugador interactúa con el director de
juego y los otros jugadores
interpretando a un personaje y realiza las tiradas de dados pertinentes
para comprobar los chequeos de aquello que su personaje es capaz de hacer. Pero
ni de lejos es ese el único papel que tiene el jugador.
Los jugadores son una pieza fundamental del éxito de la
partida, tan importante como el director, el diseño de la partida o su puesta
en escena, sobre todo si se plantean desde una concepción moderna del juego. Considerar a los jugadores
como meros actores de la partida, es un error. Sus funciones trascienden a la
interpretación y son tantas y tan importantes que son ellos también
responsables del éxito o fracaso de la partida. Un solo jugador puede arruinar
una esplendida partida y una mala partida puede resultar excepcional si los
jugadores son buenos.
Los jugadores no deben limitarse a sentarse y esperar que
les ofrecen para su disfrute, lanzando
dados de manera ocasional. Deben comprender que de la misma manera que ellos
esperan que el director asuma sus funciones, los otros jugadores y el director
esperan de lo mismo de ellos. Un jugador posee derechos y deberes y debe cumplir
estos últimos para conseguir una experiencia lúdica mejor para el mismo y para
sus compañeros de mesa. Por eso un buen jugador debe ofrecer lo siguiente:
Compromiso: es el primer
deber y requisito. El compromiso va más allá de asistencia, puntualidad,
motivación, actitud y respeto por tus compañeros, que también. Comprometerte
con la partida es comprender que el desarrollo de esta es tan responsabilidad
tuya como del que más y que por tanto has de contribuir a mejorarla en la
medida que te sea posible.
Una actitud colaborativa: Una
partida de rol es una actividad creativa realizada de manera colaborativa por
todos. Eso quiere decir que no se trata de una competición ni entre jugadores
ni entre jugadores contra el director. El reto es disfrutar y hacer disfrutar a
todos. Las trampas en la creación de personajes, las tiradas o falseando fichas
están de más, porque no se compite con nadie, ni garantizan nada. Si se apoya
la narración en lugar del beneficio propio todos reciben recompensa. El
director de juego y el jugador tienen el mismo objetivo, por tanto las
protestas excesivas sobran.
Crear un buen personaje: Uno
que le permita disfrutar, pero a la vez que se adapte a las características y
necesidades de la narración. No se trata de tratar de suplir las carencias del
grupo, un grupo con carencias puede resultar de lo más interesante y generar
situaciones muy interesantes en la narración. Se trata de ofrecer un personaje
que aporte algo diferente que lo que aportan el resto de personajes a la
narración y por tanto le sume interés.
Conocer a su personaje: Un
buen jugador debe tener clara la psicología del personaje de cara a
interpretarlo, pero de la misma manera debe tratar de conocer detalles de su
oficio, aficiones o aptitudes que le permitan una interpretación más veraz. Si
un personaje es marino, debe tratar de memorizar algunas palabras marineras o
estar algo familiarizado con los buques, tanto para aportar ese conocimiento a
la narración, como para mejorar su interpretación.
Evitar los protagonismos: Eso
implica un uso responsable de los personajes que han de apoyar la narración teniendo
en cuenta que forman parte de un grupo coral. Es normal que el grupo no sea
armónico, e incluso que haya conflictos entre personajes, pero siempre dentro
de unos límites. Si se quiere jugar con un personaje excesivamente
individualista y solitario mejor pide una partida en solitario, esto no es una
novela con un protagonista, es una partida de rol con varios protagonistas. Hay
que aceptarlo, asumirlo, disfrutarlo y desarrollarlo. En lugar de centrarse en
destacar las maravillas individuales de un personaje es mejor centrarse en
destacar los matices de la relación del personaje con los demás.
Sigue en el "El papel del jugador II"